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Tras el batacazo electoral en la Argentina
La familia más poderosa del peronismo intenta sobrevivir al fracaso electoral
Miércoles 15 de julio de 2009, por ER. Buenos Aires
Posibles cambios ministeriales (ya cambió a los de Justicia y Economía, además del Jefe de Gabinete), negación de la derrota durante sólo una semana, un ridículo periplo centroamericano en apoyo del depuesto presidente catracho Mel Zelaya, son las por ahora consecuencias del batacazo electoral del peronismo/justicialismo/kirchnerismo dominante todavía en la Argentina. Las elecciones de junio han revelado el desgaste de la presidente Cristina Fernández de Kirchner, entre otras cosas por el creciente malestar económico y social, las huelgas en varios sectores profesionales y el aumento de casos de Gripe A en la nación.
Pero la Kirchner no se arredra, el movimiento ministerial no ha servido nada más que para colocar nuevos funcionarios leales al justicialismo burgués. De hecho, los gobernadores kirchneristas vencedores en sus respectivas provincias son ahora el máximo apoyo de la presidenta. Sin embargo, ninguno de ellos ha querido ser jefe de Gabinete, y es que estos prefieren ser números uno en una aldea antes que ser número dos en un imperio. Los cambios de ministerios (insignificantes a efectos de planes y programas kirchneristas) y el ofrecer diálogo a la oposición muestran debilidad política pero al mismo tiempo cierre de filas tratando de cerrra las brechas abiertas en los comicios parciales del mes pasado. Los Kirchner pensaban que iban a ganar esos comicios y que la nación les elegiría por abrumadora mayoría, transmitiendo la idea de que si ellos se iban volvería el caos del corralito. Se equivocaron.
Para muestra de este fracaso no hay más que comprobar como el ex presidente, marido y poder en la sombra de Argentina, Néstor Kirchner, tras postularse como candidato a la provincia de Buenos Aires, perdió estrepitosamente ante el empresario Francisco de Narváez, líder del ala «derechista» del peronismo. Tras el batacazo en la provincia principal de la nación ché, Néstor Kirchner renunció a liderar el justicialismo (al menos formalmente).
Los gobernadores kirchneristas vencedores piden ahora elecciones internas en el partido y cambios en la forma de gestionar el poder (más «abiertos», sin especificar a qué tipo de apertura se refieren). Y ahí entra también la política de rebaja de impuestos postulada hace unos pocos días, en un intento de congraciarse con una nación harta de desvaríos kirchneristas en cada vez mayor cantidad. Y es que el alza del tributo a la exportación de granos marcó el inicio de la crisis gubernamental argentina, ratificada en los pasados comicios parciales. Cristina se negó a dar marcha atrás, aunque el oficialismo en el Congreso la obligó a retroceder en sus pretensiones. Mucho nos tememos acá en Buenos Aires de que el kirchnerismo podría tener el tiempo político en su contra, pero la alternativa a éste tampoco resulta ser digna de consieración, además de ser practicamente continuísta en la prólepsis política argentina, todavía heredera del peronismo.