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El «Partido de dios» hace negocio en Colombia
Ellos lo niegan
Viernes 24 de octubre de 2008, por ER. Cali
El grupo terrorista libanés de extrema derecha Hezbolá, «Partido de dios» en árabe, sufragado entre otros por el Irán de los ayatolás, y en la línea del fundamentalismo islámico de corte chiíta (corriente minoritaria del mahometanismo —la mayoritaria es la sunnita—, pero dominante en Irán y mayoritaria en Irak, Acerbayán y el Líbano) ha sido acusado por la Fiscalía General de la república de Colombia de financiar sus actuaciones a nivel mundial y en Hispanoamérica en particular gracias al narcotráfico, siguiendo el mismo método del grupo terrorista de las FARC.
Según notas del informe presentado por la Fiscalía, Nawaf al Musawi, responsable de Relaciones Internacionales de Hezbolá, entregó el pasado miércoles una carta a la embajadora colombiana en Líbano, Georgina Mallat, en la que negaba tales acusaciones. La carta supone un panegírico de esta organización ultraderechista islámica: «Hizbulá es un movimiento de resistencia y un partido político libanés, que tiene una gran base popular y aliados en todas las regiones libanesas, con representación parlamentaria y miembros en el Gobierno libanés. Es vergonzoso y un insulto para el pueblo libanés, así como para todos los movimientos de resistencia, tachar a Hizbulá de terrorista y criminal. Se trata de una campaña de la entidad sionista contra nosotros. Negamos de modo categórico las acusaciones y reafirmamos nuestra amistad con el pueblo colombiano. Deseamos la estabilidad y la prosperidad de Colombia y de otros países de Latinoamérica, que hacen frente a la hegemonía imperial de EEUU». Hezbolá, como todo grupo parafascista, tira balones fuera: son un grupo que lucha por la libertad (libertad fundamentalista sarracena chiíta frente a la libertad de los cáfres —no musulmanes— y frente a Israel) y la culpa de todo es de los judíos (el antisemitismo judío de los musulmanes sólo es paralelo al de los nazis; de hecho, Hezbolá realiza el saludo fascista como seña de identidad). Además, busca solidaridad frente a Estados Unidos con las izquierdas iberoamericanas, las cuales deberían ser conscientes del carácter irracionalista, metafísico, idealista extremo, parafascista, racista (antijudío), antimaterialista (el Islam es incompatible con el materialismo histórico, por mucho que se empeñen algunos, como el terrorista venezolano Ilich Ramírez, «Carlos», protegido por algunos bolivarianos, y que se empeña en mezclar ambos, al estilo de los nacionalbolcheviques rusos).
Y lo cierto es que las autoridades colombianas, en la llamada «Operación Titán», han desmantelado una inmensa red de narcotráfico en la que se detuvo a cerca de 111 sujetos. De esos ciento once, tres están acusados de enviar dinero a Hezbolá. Estos tres son Ali Mohamad Abdul Rahim (alias Alí), Chekry Mahmoud Harb (alias Talibán) y Zacaria Hussein Harb (alias Zac). Estos tres individuos se dedicaban coordinaban el envío de droga a sus países de origen para después ingresar dinero en Colombia por medio de tapaderas empresariales. El informe de la fiscalía dice textualmente: «Parte del efectivo era distribuido en países del Oriente Medio para la supuesta financiación de grupos terroristas como Hizbulá». Colombia, nación que ostenta el «honor» de ser el mayor exportador de cocaína del mundo —la cual sirve, junto con el tráfico de armas, la extorsión por secuestro o «impuesto revolucionario», la prostitución y el tráfico de otras drogas, para financiar a paramilitares de derecha y a las FARC por igual—, también es, junto con Venezuela o Brasil, la nación política hispánica en la que opera esta organización islamofascista proiraní y prosiria. Los sarracenos pretenden islamizar la Hispanidad, de tradición cultural grecolatina y católica, y para ello no dudan en aliarse con izquierdistas indefinidos peligrosos para la revolución.
Ningún revolucionario hispánico debe solidarizarse con un grupo como Hezbolá, un «Partido de dios» incompatile con un proyecto materialista, racionalista y ateo. Hay que destruir las raíces del Islam con el arma del racionalismo. Y hay que perseguir el delito criminal del tráfico de drogas como hedonista y contrarrevolucionario.