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Dialéctica de Estados
El gigante eslavo trata de ejercer su ascendencia sobre el paÃs de los Ayatolás con el objetivo de reconducir el programa nuclear iranÃ
Lunes 30 de noviembre de 2009, por ER. San Petersburgo
Parece que Rusia se aleja, aunque no mucho, de su aliado iraní. La cooperación económica continúa dando sus frutos. Sirva de ejemplo la fase final en la que se encuentra la construcción del primer reactor de la central nuclear de Busehr, que lleva a cabo la compañía rusa Atomstroiexport. Además la pasada semana el ministro de energía Sergey Shmatko y su homólogo iraní Sajed Masul, firmaban un acuerdo de cooperación en sectores estratégicos (gas y el petróleo). Los dos países necesitan aumentar la colaboración en defensa de sus intereses como productores en el mercado internacional, concluyeron ambos ministros.
Con todo han surgido problemas en las hasta ahora fluidas relaciones ruso-iraníes. El país eslavo debía suministrar a Irán varios sistemas de misiles antiaéreos S-300. El acuerdo, suscrito en 2007, estipulaba la entrega para marzo o abril de este año por un importe económico de 1000 millones de dólares. El sistema de misiles S-300 fue desarrollado por la Unión Soviética en respuesta al despliegue de los Pershing en Europa. Se trata de un misil de interceptación de gran versatilidad. Desde que entrara en servicio a comienzos de la década de los ochenta, la URSS/ Rusia ha desarrollado versiones mejoradas. Rusia está retrasando conscientemente la entrega de los misiles, e incluso se especula con que finalmente, suspenda la venta como gesto de buena voluntad hacia Washington y Tel Aviv. Ahora bien, como consecuencia de este giro, Rusia podría mandar al traste otros apetitosos negocios con los ayatolás. Por ejemplo, las negociaciones de compra de varios Tupolev 204-SM han quedado en suspenso.
El problema del suministro de cohetes engarza directamente con la cuestión nuclear iraní. Estados Unidos, e Israel sobre todo, saben que un Irán con misiles S-300 podría proteger con mayor eficacia sus instalaciones nucleares ante la amenaza de ataques preventivos. Y evidentemente, si Irán se fortalece militarmente, siempre estará menos dispuesta a someterse a las presiones internacionales. Rusia también lo sabe y ha cambiado su rol respecto a Teherán. De no hacer demasiadas preguntas sobre su programa nuclear, ha pasado a querer supervisarlo, para garantizar a la comunidad internacional que sus fines son efectivamente pacíficos. Dentro de esta nueva tesitura no sorprenden las constantes exhortaciones rusas a las autoridades iraníes. Irán debe cumplir con los compromisos adquiridos en Ginebra el uno de octubre y enviar su uranio a Rusia y Francia. Sin embargo Ahmadineyad no está por la labor. Ante la estupefacción de la OIEA anunció, que su país, se disponía a construir veinticinco fábricas adicionales de enriquecimiento de uranio. ¿Hasta dónde estaría dispuesta a llegar Rusia en sus presiones a Teherán? Quizás hasta donde lleguen las cesiones de Estados Unidos a Rusia.