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Enfrentamientos violentos por un proyecto de ley
Enfrentamientos sangrientos entre holizadores y apropiadores
Sábado 6 de junio de 2009, por ER. Lima
Bajo la excusa de la «asfixia» a varias ciudades de la selva amazónica peruana, los indigenistas han bloqueado oleoductos y carreteras (como si las infraestructuras que permiten la unidad nacional en un Estado desarrollado asfixiaran, en vez de permitir la comunicación entre ciudadanos alejados a kilómetros de distancia, y como si esas mismas infraestructuras basales no ayudasen de manera clara a igualar a todos los peruanos, los cuales son libres de viajar a cualquier parte de un territorio que a todos pertenece, sin privilegios). Han secuestrado a 38 policías y 20 civiles que custodiaban una estación petrolera, creyendo los indigenistas que apropiarse ellos, y no toda la nación peruana, del petróleo que se encuentra en territorio nacional, es un acto revolucionario y socialista, cuando es más contrarrevolucionario y antisocialista (por ser un acto cercano al individualismo étnico) que otra cosa.
A 700 kilómetros de la capital, en Bagua Chica, un helicóptero de la policía recibió varios disparos provenientes de un grupo de indigenistas (estos han negado poseer revólveres u otras armas de fuego). La fiscal peruana ha informado de que alrededor 36 personas fueron detenidas y otras 17 fueron llevadas cautivas a la ciudad de Chiclayo.
El primer ministro, Yehude Simón, afirmó ante los medios de comunicación que los choques entre policía e indigenistas han dejado 11 agentes y 3 indígenas muertos, además de 109 heridos. Según el Colegio Médico de Chachapoyas, el número de indígenas muertos asciende a un total de 25. Estas cifras, que muestran en todo caso el poder de ejercicio de la violencia comparada entre policía y grupos civiles armados, no debe alejarnos del análisis de la cuestión principal: la apropiación basada en ideas étnicas de parte de un territorio, el peruano, que el Estado ha de garantizar como perteneciente a toda la ciudadanía.
La reaccionaria asociación indigenista que ha llevado a cabo esta insurrección étnica ha sido la AIDESEP (Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana —interetnicismo indígena, nada dicen de los criollos o de los negros peruanos, hacia los cuales hay un racismo cruel y despiadado desde hace mucho tiempo; por no hablar del mito de la naturaleza, ese ecologismo reaccionario presente en varios de estos grupos y de sus cómplices ideológicos—), la cual agrupa a unos 5.000 indígenas de varias tribus. Para la AIDESEP, las nuevas normas gubernamentales afectan a su derecho (en realidad, privilegio) de apropiación de tierras desde tiempos ancestrales (aquí vemos la justificación reaccionaria de la cuestión, muy similar a la de los nacionalistas étnicos secesionistas vascos o catalanes en España). Estos decretos, según AIDESEP, abrirían la puerta a la inversión privada (¿acaso no es igual de privado, pero sin capacidad de generar riqueza gracias a la fuerza de trabajo, sino atesorador en todo caso, la propiedad indigena de la tierra? nosotros decimos que sí). De ahí el bloqueo de operaciones gasíferas y petrolíferas en la región del Amazonas, y también de carreteras y vías fluviales; un bloqueo que ha provocado el desabastecimiento alimenticio y el corte de energía en varias ciudades. Como vemos, las medidas anticomerciales indigenistas sólo provocan caos y miseria en la población.
Aplicando al suceso el nombre de «genocidio» (palabra comodín indigenista para todo aquello que, supuestamente, vaya en contra de sus intereses, como si ellos fuesen los representantes legítimos de los indígenas, y que han tomado del más que equivocado presidente venezolano Hugo Chávez), dicen que el presidente García les trata como delincuentes o animales y que por eso les disparan (palabras de Alberto Pizango, líder de la AIDESEP). Por su parte, García indicó que los indigenistas actúan a un nivel delincuencial y que están manejados por intereses extranjeros (¿recado para Venezuela, Bolivia o Ecuador, naciones políticas enfrentadas a Perú y su prólepsis política?). Para García hay «desinformación e ideología» en todo lo que está sucediendo: «Cualquier hecho lamentable es absoluta responsabilidad de seudodirigentes y seudonativos que instigan a personas más humildes para que tomen acciones ilegales y violentas. Ya llegó el momento de abrir las carreteras, de abrir los ríos, y asumir las responsabilidades. Para eso se ha nombrado a los ministros, no para lavarnos las manos.», dijo García, a lo que añadió: «Hay gran interés en que nuestra Amazonía no se toque y no se pueda extraer el gas, el petróleo que necesita Perú para su desarrollo, y eso sólo le interesa a potencias petroleras que quieren mantener a otros países como compradores de petróleo y no quieren que desarrollen sus riquezas.»
Acusan a Alán García de aplicar esas nuevas leyes para congraciarse con Estados Unidos en un Tratado de Libre Comercio. Pero, ¿la respuesta a un TLC peruano-estadounidense ha de ser una ideología reaccionaria? ¿Quién azuza, desde el exterior, a la AIDESEP frente a Alán García? En El Revolucionario hemos criticado contundentemente la gestión del socialdemócrata presidente peruano, pero en absoluto apoyamos una ideología, el indigenismo, que va contra los propios indígenas, a los cuales condena al ostracismo social y al aislamiento económico, educativo y sanitario. Sólo un socialismo iberoamericanista, materialista, racionalista radical, universalista y no indigenista (incluso anti-indigenista) puede luchar de manera contundente contra los pactos oligárquicos para el libre comercio, sin necesidad de recurrir a la Pachamama, el Tiwantinsuyo y demás ideas precolombinas, que por serlo son absolútamente reaccionarias.