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XII Sinodo mundial de Obispos
Nazismo y comunismo son usados como espantajos para evitar argumentar racionalmente
Jueves 16 de octubre de 2008, por ER. Barcelona
Ha comenzado el XII Sínodo mundial de Obispos, asamblea episcopal católica institucionalizada por Pablo VI en 1965. Desde esta fecha se ha venido convocando para tratar temas diversos, siendo el de este año La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. En ella, los obispos españoles han podido hablar, entre ellos el Arzobispo de Madrid, el Cardenal Antonio Rouco Varela, quien tras defender el Antiguo Régimen al criticar «el Estado moderno» ha declarado «el laicismo radical desembocó en el siglo XX en el comunismo y el nazismo», sin precisar muy bien a qué se debe tal apreciación.
Parece ser que el cardenal madrileño usa al «nazismo» y al «comunismo» al modo del vulgo izquierdista o liberal. Si uno es de estos izquierdistas, todo lo malo será calificado de «nazi» o «facha» y si es liberal será «comunista» o «intervencionista». Sólo desde estas coordenadas tan simples pueden entenderse las palabras de Rouco, quien no entra en cuestiones «escolásticas» —más le hubiera valido— como el hecho de que la contraposición laico/eclesial sólo tiene sentido desde el propio ortograma intracatólico o intracristiano. Los comunistas por ejemplo, no fueron ni laicistas ni no laicistas ya que se situaban por encima de la dicotomía laicado/clerecía para postular su trituración. Los comunistas de los países del socialismo real no fueron laicistas, sino ateos, irreligiosos e impíos que quisieron acabar con toda religión a la que consideraban un opiáceo para atontecer al vulgo indocto y sufriente. Nada que ver con el socialfascista Zapatero o el renegado Llamazares, quienes se encuentran inmersos en dicha distinción clerical, queriendo dejar la esfera del laicado para sus compinches («la ciudadanía») y la esfera del clero situarla en «la conciencia subjetiva de cada uno». El catolicismo queda así eliminado como componente objetivo de la realidad y se relega a la conciencia subjetiva fomentando al tiempo religiones alternativas a la tradicional católica —ya sea el protestantismo, el islamismo, el budismo o todo tipo de sectas oscurantistas—.
Rouco Varela vuelve a claudicar ante el protestantismo al que parece ser «políticamente incorrecto» criticar y para ello se recurre al comunismo y al nazismo como espantajo. Porque fueron los protestantes, quienes desde coordenadas intra-cristianas, es decir, desde el interior de la misma iglesia de la que se segregaron, buscaron un «Estado laico» al margen de la influencia de la Iglesia Católica. De esto, por supuesto, nada se ha dicho en el Sínodo. Ya Juan Pablo II claudicó ante el protestantismo al pedir el reconocimiento «de las raices cristianas de Europa» cuando, como dijo Federico Engels, Europa es un producto católico y no del «cristianismo» en general, ya que el protestantismo coincide con el surgimiento de los Estados modernos, las Guerras de Religiones y la división de lo que hasta entonces era una unidad frente al Islam.
Por último, llamar «laico radical» al gobierno nacionalsocialista es, cuanto menos, muy discutible a tenor de los pactos y prebendas que gozó la Iglesia Católica durante el III Reich.
Desde estas líneas compartimos la oposición a la «dictadura del relativismo ético» que denuncia Rouco Varela, pero ese mismo relativismo ético no puede ser combatido con apelaciones a unos metafísicos «derechos humanos que sólo la Iglesia de Cristo encarna» ni usando tópicos políticos para evitar raciocinar correctamente. El relativismo ético se combate filosóficamente triturando las ideas del enemigo y reconstruyendo sus posiciones para poder mostrar así su falsedad y los engaños que se esconden detrás de las oscuridad de sus conceptos.