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El monarca absoluto más despiadado de África tira balones fuera en el tema del Sáhara
El rey alauita se congratula del apoyo internacional a su plan de autonomía para el Sáhara
Miércoles 27 de agosto de 2008, por ER. El Aaiún
«Reforzar la confianza a través del diálogo global entre las partes implicadas», eso es lo que dice pretender el absolutista rey islámico de Marruecos, Mohammed VI, al mentar a Argelia, nación vecina del Sáhara Occidental —y sobre la que, además, los más exacerbados ultranacionalistas marroquíes reclaman territorios para erigir el llamado «Gran Marruecos»—, como parte imprescindible en la negociación que él espera iniciar para «resolver» el «conflicto» saharaui—marroquí.
La televisión marroquí ofreció un discurso del monarca en las celebraciones del noveno aniversario de su mandato real, en el cual llama a olvidar las rencillas pasadas con Argelia y así cooperar para el desarrollo mutuo de ambos pueblos. Dijo textualmente:
La paz necesaria para llevar a cabo el proyecto imperialista depredador marroquí que pretende anexionarse el sur de España, Ceuta, Melilla y Canarias (también parte de la nación española), el suroeste de Argelia, el Sáhara Occidental y Mauritania, es la que defiende el rey absolutista. Una paz sin la cual no podría rearmarse Marruecos como lo está haciendo, bajo la cobertura y la protección de Francia y Estados Unidos y con la impasividad del gobierno español, el cual no parece tomar en serio las alertas que desde Argelia le hacen llegar.
Además, Mohammed VI llamó a los argelinos a luchar juntos por afianzar el Magreb como marco complementario de desarrollo común, entrando ahí también, según dijo, Mauritania, Túnez y Libia. Mohammed VI pretende que el Sáhara Occidental, territorio antes español que iba a ser independiente hasta que Marruecos nos invadió con el apoyo del Imperio Estadounidense, se integre en ese Magreb unido políticamente en el que él, el único monarca absoluto de las naciones magrebíes, sin duda, llevaría la voz cantante. La paz necesaria para el rearme marroquí y la apelación al Magreb como idea—fuerza política que atenúe los conflictos con Argelia o Mauritania, no hacen más que esconder la mala fe de un tirano que pretende así sojuzgar más si cabe, como hizo su padre, la voluntad de libertad e independencia del Sáhara Occidental.
De hecho, se congratuló del apoyo internacional a su proyecto de autonomía para el Sáhara frente a la independencia defendida por el Frente Polisario, cada vez con menos apoyos y, si los tiene, más pírricos y sospechosos (como los de grupos terroristas como la ETA o de varios movimientos neofeudalistas a nivel internacional, especialmente en España, la cual ha dado la espalda al Frente, buscando más la complacencia con el tirano de Rabat). De hecho, ese apoyo internacional se plasma en las palabras del enviado especial de Naciones Unidas al Sáhara, Peter Walsun, que calificó como «no realista» la independencia del Sáhara. Recordemos que la ONU es un contubernio en el que decide siempre el Consejo de Seguridad, el cual tiene derecho a veto, y que está formado, entre otros, por Estados Unidos, Francia y el Reino Unido (además de China y Rusia).
Y es esa misma paz la que permite al tirano marear la perdiz para agotar el diálogo diplomático con Argelia que, desde siempre, y consciente de las pretensiones expansionistas marroquíes, ha apoyado al Frente Polisario. De ahí que no haya avances en esas conversaciones bilaterales Marruecos / Argelia.
La excusa está ya servida por Mohammed VI:
El Magreb políticamente unido, bajo la égida marroquí, es una bota que aplasta el ansia de libertad del Sáhara Occidental, y una doble buena noticia para dos enemigos de la Hispanidad: el islamismo radical y el imperialismo francés.