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Pero no en manifestaciones políticas
Un nuevo ejercicio de demagogia socialdemócrata aprovechando el fútbol
Jueves 8 de julio de 2010, por Grupo Promacos
Durante estos días, como ya sucediera durante la disputa de la Eurocopa de Austria en el año 2008, con victoria final de la selección española, el furor patriótico y de exaltación de nuestra bandera ha cobrado una inusitada fuerza. Algo que ya entonces aprovecharon en los medios de comunicación afines a la socialdemocracia (como la cadena televisiva Cuatro, que inventó la marca comercial «La Roja» para sustituir el nombre de España), para señalar que por fin la bandera española podía ser lucida sin complejos, puesto que ya no estaba asociada al franquismo sino al patriotismo deportivo. Lo mismo se ha repetido durante estos últimos días, ahora que nuestra selección ha logrado llegar a la Final del Mundial de Sudáfrica, en un logro histórico para nuestro fútbol, y que tiene muchas posibilidades de acabar alzando la Copa del Mundo.
Sin embargo, desde el Grupo Promacos hemos de censurar la actitud servil y oportunista de estos intelectuales a sueldo del socialfascismo, tanto en 2008 como ahora. Y es que tales impostores parecen haber descubierto, en su idiotez ideológica, el Mediterráneo. Pareciera que durante el franquismo, cuando España logró también éxitos notables en lo futbolístico (cuarto puesto en el Mundial de 1950 disputado en Brasil, la Eurocopa disputada en suelo patrio en 1964), no hubiera lucido sin el más mínimo complejo la bandera española. Bandera rojigualda que en su momento pudo ser «franquista», pero que también fue monárquica (su origen data de 1785, en tiempos de Carlos III), constitucional (fue bandera oficial desde la Constitución de 1812, la primera de la Nación Española) y, pese a lo que digan estos mentirosos profesionales, republicana. La Primera República española, de 1873 a 1874, tuvo como bandera constitucional la actual rojigualda. Sólo los necios analfabetos identificarán República con la manida II República y la memoria histórica no menos saturante y cansina.
Tal necio oportunismo contrasta con la habitual censura que de todo lo relativo a la Nación Española suele suceder en los ambientes ligados al PSOE, unas veces porque se lo pide el cuerpo y otras porque «la democracia así lo requiere»: aplauso a la inmersión lingüística en catalán en Cataluña, refrendo del Estatuto de Cataluña y de su preámbulo donde se afirma la Nación catalana y se niega la Nación Española, &c. Sin embargo, ahora que la bandera española luce más que nunca, el socialfascismo quiere hacerse perdonar sus graves pecados cometidos contra España, o al menos disimular su corrupción y complicidad con el secesionismo envolviéndose en la bandera. Sin embargo, cuando se trate de defender la Nación Española frente a las amenazas secesionistas, los intelectuales a sueldo del socialfascismo afirmarán que portar la bandera de España es una provocación y un «uso partidista» [sic] de los símbolos de la Nación. Patrioterismo absurdo y barato el de estos socialistas, con el que buscan encubrir sus graves traiciones a la Nación Española.
Pero los españoles no socialfascistas no son oportunistas en esta exhibición de los símbolos patrios. El patriotismo ligado al deporte ha sido una constante en España al igual que en cualquier otro país. Siempre que la selección española de fútbol ha jugado torneos internacionales o incluso partidos amistosos la bandera española ha lucido en manos de todos. Hay además un precedente a este momento glorioso que es la Final futbolística de la Olimpiada de Barcelona 1992, disputada en el Estadio del Nou Camp, en la que las banderas españolas lucieron en cada asiento, mientras muchos separatistas, en su supina ingenuidad, se pensaron que se convertiría en una fiesta del catalanismo.
Pero tampoco hay de qué extrañarse: los mismos que siempre han acusado al franquismo de usar el fútbol como «opio del pueblo» tratan de usarlo de la misma forma que dicen denunciar para intentar tapar sus tropelías y ataques a la Nación Española, amén de la ya casi sempiterna crisis económica que parece acompañarnos.
Podría señalarse como conclusión que, mientras España se baña en el legítimo y sano patriotismo que suponen los éxitos de la selección española en un deporte tan ligado a la política como es el fútbol, los socialfascistas practican un patrioterismo inconstitucional, en consonancia con el «patriotismo constitucional» de los teóricos alemanes que ligan la patria a la mera forma constitucional vigente. Patriotismo constitucional que Zapatero reivindicó desde que ocupó el cargo de candidato a la presidencia del gobierno. Patrioterismo que, interpretado según manda el socialfascismo y medios afines, consiste en que España y su régimen constitucional son vulnerados de forma constante con estatutos de autonomía secesionistas, mientras se ocultan tales fechorías con burdos intentos de apropiarse unos símbolos que hoy lucen espontáneamente y sin prejuicios en manos de todos los españoles.