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No se trata de una respuesta de mamá Naturaleza
Ni se explica por la codicia de los capitalistas
Miércoles 5 de mayo de 2010, por ER. Washington
El pasado 20 de abril se produjo una explosión en una plataforma petrolera de la compañía BP (British Petroleum), causando 11 víctimas mortales y un incendio que resultó en su hundimiento dos días después y en la rotura de las tuberías por las que viaja el crudo. Desde entonces, unos 5.000 barriles de oro negro se dispersan diariamente por el Golfo de México en aguas estadounidenses.
La mancha ha ido hacia el norte, creciendo con formas complejas e irregulares hasta superar los 9.000 km2 y arribando al delta del río Misisipi y a Luisiana, y aún no se ve la manera de frenar su aumento. Los cierres de emergencia fallaron, la válvula de escape prevista falló y unos robots cuya misión era accionar esos mecanismos no lograron su objetivo. La propia compañía está ahora trabajando en la construcción de una plataforma mecánica y sopesando la posibilidad de inyectar un líquido que, por su densidad, sería capaz de sellar la fuga, una operación que tardará meses. Otras soluciones más rápidas son el uso de químicos que dispersen el crudo, el incendio de la mancha o su parapeto físico. Para esta última labor, así como para las de limpieza, BP ha contratado a un millar de pescadores de la zona de Venice y Nueva Orleans.
Y es que esta tragedia es fruto de un penoso accidente, pero posiblemente - a la espera de investigaciones detalladas - también de cierta negligencia con respecto a las normas de seguridad. El presidente Obama ya ha dicho que BP ha causado el problema y que, por tanto, BP habrá de pagar los gastos. Y la compañía insiste en que esa es su intención. El tiempo lo dirá, dado que las cuantías son por ahora incalculables e incluirán daños a largo plazo: el crudo al posarse imposibilita la pesca en una zona en la que ésta constituye la principal fuente de riqueza junto con el turismo, también amenazado por la mancha negra. Ya se verá cuántos son los daños, cómo se calculan, y cuánto habrá de pagar BP o estará dispuesta a pagar.
Ante este terrible accidente, demasiados comentaristas han esbozado una sonrisa condescendiente, similar a la que forzaron hace unas semanas cuando el volcán irlandés cegó los cielos de muchos países europeos o incluso ante los terremotos de Haití y Chile: “la Naturaleza responde”. En este caso la advertencia tiene más sentido que en los otros, pues el vertido de crudo no se hubiera producido si las máquinas extractoras no hubieran penetrado a una profundidad de 5.000 metros para arañar la corteza terrestre. Por eso ahora el Mito de la Naturaleza va emparejado con una crítica grosera al capitalismo: el ansia depredadora de BP costará a la costa sur estadounidense sufrimientos sin precedente.
Sin embargo, como afirmaba ayer un pescador de Venice, él usaba petróleo para salir a por gambas el año pasado por estas fechas. Es decir, BP no es la única que se sirve del petróleo, fuente de energía principal de la mayoría de las sociedades actuales. Obama, preocupado porque Nueva Orleans sufra una catástrofe peor que la del Katrina, que tanto desgastó a su predecesor Bush II, se enfrenta ahora a un problema difícil. Hace un mes anunció que potenciaría la extracción de petróleo en suelos y costas estadounidenses para reducir la dependencia energética del país respecto de vendedores internacionales. Ahora, los que en su día rechazaron esa propuesta tienen un argumento nuevo que Obama sólo podrá sortear si es capaz de convencer de que los riesgos de este tipo de accidentes son menores que los costes (económicos y políticos) de la dependencia energética.