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El Revolucionario informa sobre la Cumbre Iberoamericana
ER. San Salvador analiza lo que acá se dijo y se hizo
Viernes 31 de octubre de 2008, por ER. San Salvador
España busca ayuda ante su debilidad manifiesta
La juventud era el tema estrella, en principio, de la XVIII Cumbre Iberoamericana de San Salvador. Sin embargo, y dejando aparte lo confuso y oscuro de conceptos como «juventud» o «vejez», la dialéctica de Estados se impuso sobre cualquier otro asunto, debido a la situación actual de crisis financiera internacional.
La Cumbre empezó con una condena al atentado de los facciosos neofeudalistas de ETA —banda terrorista antihispana que reclama una aureolar Euskalherría como patria, un sueño seminazi parecido al Lebënsraum alemán nacionalsocialista—, que intentaron producir una masacre en la Universidad de Navarra con una bomba, la cual, por fortuna, sólo provocó heridos y algún que otro ataque de ansiedad. El Rey de España, Juán Carlos de Borbón, también condenó el atentado faccioso. Acto seguido, empezó a moverse la realpolitik, empezando por el propio monarca español. Éste apostó por un reforzamiento de la cooperación internacional ante las turbulencias graves que se están produciendo en los mercados financieros mundiales, los cuales, según el redactor del discurso del monarca, «concentran la dedicación de autoridades, agentes económicos y sociales». Aunque la mayor parte de su discurso intentó bregar en los vericuetos del surrealista —supuesto— tema de la cumbre (la «juventud» y el «desarrollo») —el Rey alegó que Iberoamérica debía crear las condiciones adecuadas para que los jóvenes desarrollasen todos sus potenciales, atendiendo a sus necesidades e inquietudes, sin llegar a especificar si esas inquietudes consistían en ir a conciertos de rock, si en hacer política-ficción en «foros sociales mundiales» o en visitar al Papa a Roma—, Juán Carlos insistió en que España debía estar en la cumbre de los salvadores del capitalismo, o lo que es lo mismo, la de los Estados que tratarán de cambiarlo todo para que nada cambie (eso sí, unos Estados más que otros, particularmente Estados Unidos, Canadá, Japón y el Eje Franco—Alemán).
España, como nación política inspiradora de este tipo de cumbres, recibió el apoyo de varias naciones hispánicas para asistir a esa cumbre salvadora de noviembre. Salvo Brasil, México y Argentina, que no obstante no son contrarios a la presencia de España, el resto de Estados iberoamericanos —intentando que los tres Estados antes citados no ejerzan un mayor dominio sobre el continente, algo que perjudicaría su eutaxia y sus relaciones exteriores— quisieron que España sea «la voz de Iberoamérica en esa cumbre». Pero la debilidad de España, su sumisión a Francia sin pestañeo alguno y su progresiva distaxia (reflejada en las últimas semanas en las fusiones de cajas de ahorros de las Comunidades Autónomas españolas, un paso previo e importante para la balcanización de la Madre Patria en 17 microestados independientes) fue manifestada una vez más por el socialfascismo gobernante en aquel país. La secretaria de Estado para Iberoamérica, doña Trinidad Jiménez, aún reconociendo la propuesta de estas naciones hispanoamericanas (entre las que se encuentra El Salvador) para que España sea su voz, rechazó la misma aludiendo que la vía correcta es la Unión Europea. Es decir, España, gobernada por la socialdemocracia, insiste en su pánfilo europeísmo, confiando en una Europa en franca decadencia política y económica, el manejo de su política exterior, con repercusiones en su interior.
Argentina como alternativa a España en el G-20, como portavoz de Iberoamérica y de sí misma
Sabiendo de la debilidad española (que la ha aprovechado para nacionalizar las pensiones privadas, perjudicando a la todopoderosa banca española), Argentina juega sus cartas para convertirse en país hegemónico de la Hispanidad. Por ello, se ha ofrecido ser ella la voz de la region en la cita del G-20. La presidenta, Cristina Fernández de Kirchner se dirigió así a sus homólogos iberoamericanos: «Quiero convocarlos a que en la reunión privada podamos abordar los temas que deberíamos plantear quienes formamos parte de ese G-20 para no ser la voz sólo de un país sino ser la voz de una región». En ese encuentro privado, Argentina pretende que, aún apoyando —no se sabe hasta qué punto teniendo en cuenta las intenciones argentinas de ser «la voz de Iberoamérica»— la presencia española en la supercumbre salvadora (que no salvadoreña), convertirse en país hegemónico de la Hispanidad. Quien habla en nombre de todos, habla en nombre, sobre todo, de sí mismo, y más en la dialéctica de Estados. Cristina Fernández abogó por la multilateralidad, solución imposible y armonista, y se declaró «hija del Estado de bienestar», defendiendo un modelo keynesiano de economía. Ya en El Revolucionario se informó sobre ese retorno a Keynes pretendido por muchos como solución vieja a problemas a la vez viejos y nuevos de la economía internacional, aunque no se puede garantizar la vuelta del keynesianismo por las declaraciones intencionales, claro está, de una presidenta de Gobierno.
Brasil versus Argentina
Sabedora de que Argentina juega duro en esto de la hegemonía sobre Iberoamérica, disputada debido a la cada vez mayor debilidad de España (y sin descontar las pretensiones de naciones ajenas a la Hispanidad como Francia o, en principio, Estados Unidos, de dominio imperialista sobre las naciones hispanas), Brasil también juega sus cartas. El presidente Zapatero se aferra a Lula, mostrando así la fortaleza de Brasil como Estado emergente en el juego imperialista internacional (como la Ley del Español en Brasil nos muestra). La presencia de España en la cumbre ayudaría a Brasil a contener las pretensiones argentinas de ser no sólo la voz de Iberoamérica en la cumbre, sino de posicionarse con ventaja a la salida de la carrera sobre el combate argentino—brasileño por la hegemonía sobre el resto de Estados iberoamericanos. Por ello, Brasil ha solicitado al Imperio realmente existente que España y otros países emergentes puedan participar en la cumbre de Washington del 15 de noviembre (¿de un G-20 a un G-30 o un G-40?), tal y como manifestó el ministro de Exteriores carioca, Celso Amorim, el cual añadió, en un acto al margen de la cumbre, que la petición de que España participase en las discusiones se la formuló diréctamente a la representante comercial del presidente Jorge Bush II, la licenciada Susana Schwab. Suponemos que, a cambio del apoyo a España, Brasil querrá apoyo español frente a Argentina o México, la otra gran nación iberoamericana que etará en la cumbre.
La declaración final de la cumbre
Al final de la XVIII Cumbre Iberoamericana de San Salvador, todos los países asistentes se han comprometido, en la declaración final, a una serie de formalidades diplomáticas y de declaración de intenciones cuyo calado está por ver a corto y medio plazo. En la declaración se comprometen a impulsar políticas en favor de la «juventud» (¿de cuál? ¿es la «juventud» algo abstracto que flota en el aire independientemente de los Estados?) y del desarrollo (¿económico? ¿científico? ¿de infraestructuras? ¿y desarrollo para qué, con qué fin y frente a qué otros desarrollos? ¿cuáles son las referencias de ese desarrollo?).
En la declaración se han adoptado varias resoluciones especiales, incluida una sobre la crisis financiera mundial.
Erradicación de la pobreza, universalización de la educación, y otras premisas han sido enumeradas en la declaración final. En El Revolucionario pensamos que, mientras la dialéctica de clases y de Estados continúe enfrentando a Estados iberoamericanos, mientras estos no se unan y actúen como un Imperio generador de carácter socialista, no habrá planes y programas concretos que formalicen esas peticiones de principio que antes hemos citado, tan manidas en este tipo de cumbres que sirven en la mayoría de los casos para mostrar las profundas divergencias de planes y programas de varias naciones políticas que quieren influir, bien sea de manera ejemplarista o imperialista, sobre el resto de Estados de su entorno más directo e incluso del resto de Estados del mundo.
Como dato a tener en cuenta, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, no estuvo presente aludiendo que podría ser asesinado. Tampoco estuvo Raúl Castro.