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La presidenta del PP vasco se excluye de la ponencia política del PP
El acercamiento ideológico a los partidos secesionistas les convertirá en enemigos de la Nación Española
Viernes 16 de mayo de 2008, por Grupo Promacos
Un «cambio», que ya barruntábamos como posible, que consiste en aceptar la idea de España como una superestructura, como un conglomerado confederal de naciones soberanas (unas más que otras) en donde la Nación Española, sencillamente, desaparece. Un cambio propugnado por quienes piensan que para ganar las elecciones hay que acercar posiciones con los partidos secesionistas, tender puentes que, de modo necesario, se cimentan en la eventual renuncia del PP a defender una Nación de ciudadanos libres e iguales.
Espoleados, en muchos casos, por la necesidad de mantener sus prebendas, sus cargos, en la autonomías por ellos gobernadas —o alcanzar estos puestos allí donde no pueden gobernar sin el apoyo de otros partidos— un sector de este partido está dispuesto a hacer suya la «segunda transición española», eufemismo con el que se quiere esconder la deriva de España hacia una confederación de naciones fraccionarias en donde las más ricas mantienen cautivas, y a su servicio, a las demás.
Es todo un cambio, desde luego; pero no impensable si tenemos en cuenta que durante la pasada legislatura, el presidente del PP de Andalucía apoyó una reforma del estatuto de autonomía andaluz en la que se declaraba a Andalucía «realidad nacional» y se nombraba a Blas Infante, un converso al Islam que quería reconquistar España para la morisma, «padre de la patria andaluza». El PP también dio fuerzas a los secesionistas cuando calló ante el expolio de la lengua española en Cataluña, Valencia y Baleares. Y ahora, si finalmente se imponen las tesis del cambio, remachará su propia sepultura en una maniobra que ni siquiera les resultará efectiva como procedimiento para ganar las elecciones.
El «cambio» de estrategia y de principios comienza a mostrar sus perversas consecuencias cuando el PP, tras el último atentado etarra, se pliega al argumentario del PSOE, en lugar de recordar que la ETA ha vuelto a matar, entre otras razones, porque el gobierno de Zapatero les permitió rearmarse y legitimarse institucionalmente en una legislatura perdida en «procesos de paz» y sus consiguientes diálogos y excarcelaciones.
Durante el último año de mandato de Aznar, una ETA moribunda, con sus vías de financiación asfixiadas, con su épica juvenil —la kale borroka— reducida a la mínima expresión, expulsada de las instituciones, aislada en Europa, con su brazo político en la lista de las organizaciones terroristas, era incapaz de asesinar y estaba más cerca de su final que nunca. ¿Y ahora? La ETA vuelve a matar y el PP ofrece su colaboración al gobierno que posibilitó su rearme. Bien está en nombre de la ética. Porque un acto repugnante como el cometido por la ETA en Legutiano genera, de modo inmediato, una conmoción expresada en sentimientos de indignación, asco, ira, &c. por los terroristas, acompañados de tristeza y empatía por las víctimas. Para cualquier individuo, que no sufra una espectacular falta de sindéresis, que no sea una «persona cero», actos de esta calaña le resultan inadmisibles.
¿Pero se puede, sin más, establecer esta «conciencia ética», esta nivelación en la respuesta psicológica, como razón suficiente para unir a las fuerzas políticas en contra del terrorismo?
Desde el Grupo Promacos no lo estimamos posible. Porque los principios éticos no pueden aislarse, ni en un acto terrorista ni en ningún otro, de sus dimensiones moral y política. Ahora que María San Gil es aplaudida –-muy justamente— por ser una referencia moral y ética para todos los españoles, por su defensa de la dignidad y de la vida de las personas, tenemos que recordar que para nosotros es aún más: un referente político por su defensa de España, por su inequívoca decisión de poner a su Nación por encima de los intereses del partido con la misma determinación y arrojo con la que pone en peligro su existencia para defender la libertad de los españoles. Que no quepa la menor duda de que si, finalmente, las tesis de Lasalle y el sector «reformista» o «cambiante» terminan por imponerse en el próximo e inminente congreso nacional del Partido Popular, no seremos pocos los españoles que combatiremos al PP. Y desde luego que el Grupo Promacos hará honor a su nombre luchando en la primera línea del frente de batalla.