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Nunca un Estado árabe ostentó semejante nombre
La realidad histórica desmiente el mito de los «territorios ocupados»
Miércoles 21 de marzo de 2007, por ER. Teherán
Cuando en 1948 la ONU aprobó la propuesta de un Estado árabe junto a Israel para agrupar a los numerosos árabes atraídos a la zona, a causa de la prosperidad económica de los judíos, cinco estados miembros de la Liga Árabe —Egipto, Iraq, Jordania, Líbano y Siria— rechazaron tajantemente la oferta e invadieron los territorios que le iban a corresponder a ese Estado, declarando la guerra a Israel el mismo día de su creación. Durante la lucha, medio millón de árabes abandonaron sus hogares.
Después de la derrota, los árabes que vivían en la partición de la ONU no intentaron fundar su propio Estado. En lugar de ello, Jordania se anexionó en 1950 los territorios árabes al oeste del Jordán. La minoría hachemita gobernante no reconoció derechos civiles a los habitantes de esos territorios, sin que éstos, considerados sirios por origen, exhibieran interés alguno en crear un nuevo Estado.
Estrategia de la Líga Árabe
La Organización para la Liberacion de Palestina (OLP) fue fundada no por palestinos, sino por el presidente egipcio Nasser en 1964. En 1967 la Liga Árabe volvió a atacar a Israel en la Guerra de los Seis Días, cuyo resultado fue la conquista hebrea del Sinaí, Gaza y Cisjordania. Pese a recuperar el Sinaí, Egipto aún sigue creando polémicas artificiales a propósito de esa guerra. La derrota hizo que se usase una nueva estrategia contra Israel: se comenzó a hablar por vez primera de los «territorios ocupados» y de una Palestina árabe a recuperar. Lo que fue una reivindicación coyuntural para acoger a refugiados de la guerra de 1948, se convirtió en un movimiento islamita conducido por Yasser Arafat desde 1969, cuando la kuwaití Al Fatah controla la OLP. Siempre se buscó atacar a Israel; cuando el Rey Hussein de Jordania masacró a miles de sus militantes en 1970, Arafat no movió un dedo contra el monarca ni contra ninguna agresión árabe.
Personaje de oscuro pasado —muchos dicen que su identidad fue inventada por la Unión Soviética, y desde luego no nació en Jerusalén sino en Egipto—, Yasser Arafat no sólo fue terrorista sino también corrupto, malgastando las ayudas internacionales para tener su propia guardia nacional bajo la apariencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). También apoyó la Primera Intifada contra Israel en 1987, que dio paso a la creación del movimiento de resistencia islámica Hamás a cargo del jeque Ahmed Yasín, inspirado por los Hermanos Musulmanes y asesinado por Israel en el 2004. Incluso organizó la Segunda Intifada en el año 2000, rechazando reconocer al Estado de Israel tras la reunión de Camp David.
Seudoestado corrupto
Lo que hoy día se denomina como «territorios palestinos» o Palestina es en realidad un seudoestado, igual que los unicelulares tienen unos miembros que semejan a unos pies pero no son pies, sino seudópodos. Los fondos del FMI y la Unión Europea siempre fueron a parar a los bolsillos de Arafat y sus colaboradores, la gigantesca burocracia de la ANP, mientras la población del seudoestado siempre ha malvivido en la pobreza. Una vez fallecido el rais, Mahmud Abás es el afortunado receptor monetario, sin olvidar a Hamás y su líder Ismael Haniya, que desde su victoria electoral también aspira a semejante botín, ahora escuálido por la suspensión de ayudas causada precisamente por el acceso de Hamás al gobierno.
Los intentos de unidad en el seudoestado, cuyo único objetivo es alimentar los planes mundializadores del Islam, suelen fracasar por las luchas existentes entre facciones. Las ayudas internacionales son desde luego un jugoso regalo al que muchos no quieren renunciar, pese a que luego sean amonestados por quienes ostentan la vanguardia de la yihad islámica en el mundo. En todo caso, las reivindicaciones de Palestina nunca han dejado de ser una estrategia de la Liga Árabe para debilitar al aliado de Estados Unidos en Oriente Próximo, Israel.