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De partido en el poder a inane oposición
El camino de podredumbre del Partido Popular, de Fraga a su delfín Rajoy
Viernes 9 de octubre de 2009, por Grupo Promacos
No sería tras el golpe del 23-F, en el que todos los partidos pactaron una suerte de gobierno de concentración para desalojar del poder a una desbordada UCD, con las elecciones de 1982, cuando la Alianza Popular de Manuel Fraga pudo desplegar unos mejores resultados electorales. Sin embargo, tampoco fueron demasiado halagüeños: mientras que el PSOE lograba la primera mayoría absoluta de la Historia de la democracia de 1978 y superaba los 200 escaños, AP se quedaba con 107 y sólo siete provincias con mayoría.
El mito de la Derecha funcionaba a la perfección, y el PSOE lo aprovechaba destacando la procedencia franquista de Manuel Fraga: 184 escaños frente a 105 en 1986. Mientras, en AP Fraga era cada vez más discutido y ante las críticas, se retiró de la presidencia del partido y puso a unos delfines a cada cual más ridículo, como Hernández Mancha, llevando a su partido a la inanidad de encontrarse prácticamente al doble de distancia del gobierno.
No sería sino con un nuevo delfín rebelde, elegido en pleno proceso de refundación del partido (pasó a denominarse Partido Popular), José María Aznar, cuando el viejo partido de Fraga comenzó a tener algún peso en la política española. Unido a la tenacidad del aspirante y a la situación política degradada dentro del gobierno de Felipe González, en 1993 el PP se quedó muy cerca de ganar las elecciones, en 1996 alcanzó la victoria por mayoría simple y con cuatro años de gobierno refrendó su posición con mayoría absoluta en el año 2000. Resultados que presagiaban los mejores augurios para el Partido Popular.
Sin embargo, la presión mediática y la demagogia de un partido como el PSOE, unida a la falta de firmeza y determinación del gobierno popular (cobardía para aplicar una reforma laboral que ahora padecemos en plena crisis económica, soledad de Aznar en su apoyo de la Guerra de Iraq y su compromiso con las mayores potencias mundiales, &c.), acabaron desembocando, 11 M mediante, en una vuelta al poder del PSOE, con un PP que sin embargo mantenía el apoyo de prácticamente media España, pero que era marginado por el resto de la partitocracia mafiosa que toleraba la Constitución de 1978.
Dirigido por un nuevo delfín de Fraga que iba poco a poco reconduciendo el partido a los tiempos de AP, Mariano Rajoy, la coyuntura llevaba a la doblez y falta de determinación del PP respecto a temas tan importantes como las víctimas del terrorismo separatista y el diálogo con la banda terrorista ETA. Derrotado nuevamente Rajoy en 2008, el tempranero Congreso de Valencia le consolidó como líder indiscutido del partido y con un gabinete nuevo se presentó al nuevo PP como «la alternativa» al socialfascismo.
Sin embargo, desde el Grupo Promacos hemos de ver este cambio de política del PP como una acción llena de doblez y vileza respecto a la Nación Española, características que ya acompañaron al partido en etapas anteriores, y que supone el abandono de buena parte de la política que el Partido Popular esgrimió desde su refundación. Piensan que adoptando la cínica política del PSOE serán más votados, pero es dudoso que un partido que acepta el encasillamiento ideológico de derecha desde el mito maniqueo, logre nada aparentando ser como el PSOE, el genuino partido del régimen de 1978. Partido cuyo puesto esperan heredar como quien se sienta en la puerta de su casa a esperar el paso del cadáver de su enemigo. Sin hacer el más mínimo esfuerzo.
Aun con sus bandazos políticos, su blandura y falta de firmeza y con la aureola de partido corrupto que está recibiendo últimamente, es posible que el Partido Popular no se vea mermado en sus resultados electorales. Pero lo que no cabe duda es que es un partido que a día de hoy no constituye alternativa alguna, sino un colaborador necesario en el proceso de destrucción de la Nación Española inherente a la Constitución de 1978.