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Hoy se inaugura la 53ª legislatura con la elección del presidente de la Cámara de Diputados de Brasil, la tercera autoridad de la nación después del presidente y del vicepresidente de la República. La presidencia de la Cámara acumula un considerable número de poderes, como el derecho a presentar a votación la petición de pérdida de mandato del presidente de la República. Además, en ausencia del presidente y del vicepresidente, asume todos los poderes del Estado.
Hay tres candidatos a la presidencia. Lula quiere que la presidencia de la Cámara continúe en manos del saliente, el representante de lo que queda de la quinta generación de izquierdas, Aldo Rebelo, de la coalición del Gobierno y amigo personal de Lula. La oposición, por su parte, ha presentado como candidato a Gustavo Fruet, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Pero hay un tercer candidato: el propio partido de Lula, el Partido de los Trabajadores (PT) ha presentado a Arnildo Chinaglia, ligado a la facción del PT más relacionada con los escándalos de corrupción. Pues bien, Chinaglia ofrece a los diputados retomar la propuesta, suspendida por el Supremo, de un aumento del sueldo de los parlamentarios del 91%, a pesar de que se encuentran entre los mejor renumerados del mundo.
¿Qué mecanismos de alianzas y contraalianzas entre los diferentes partidos, el propio Lula, & c...lograrán convertir a uno de estos próceres en la tercera autoridad de la nación? ¿Respetarán, en su voto secreto los 510 diputados esos pactos? ¿Cuánto pesará en ellos el ver prácticamente doblados sus ya opulentos sueldos? No lo sabemos, pero en cualquier caso, mediante esos extraños cauces muchos considerarán que se ha encarnado, finalmente, nada menos que la voluntad del pueblo brasileño.