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Para justificar sus ataques a Colombia
Hugo Chávez ya no sabe qué hacer para ocultar sus tribulaciones políticas
Lunes 19 de julio de 2010, por ER. Caracas
Hugo Chávez acostumbra a aparecer en las audiencias públicas con el retrato de Simón Bolívar, que luce en una de las paredes del Palacio de Miraflores, como significativo fondo. Convierte así Chávez al Libertador de Nuestra América en el símbolo y comienzo de la revolución bolivariana que él dice abanderar junto a sus aliados Correa, Ortega o Morales en países como Ecuador, Nicaragua o Bolivia. Sin embargo, lo que constituye sin duda una reivindicación legítima (Simón Bolívar como referente más cercano de la unidad continental hispanoamericana), pretende ser ahora convertido por Chávez en una burda manipulación histórica, con el objetivo de usarla como arma arrojadiza contra uno de sus principales escollos en la exportación del Socialismo del Siglo XXI: la vecina Colombia.
Y es que la firmeza de Álvaro Uribe tendrá consecución en su pupilo Juan Manuel Santos tras ganar las elecciones, y ello no ha gustado nada al chavismo, que ha renegado de la nueva acusación, hasta ahora probada de manera razonable y con argumentos y pruebas objetivas, de los vínculos entre Chávez y la organización terrorista FARC. Organización que opera en territorio colombiano y con quien Chávez y los suyos han mantenido estrechos vínculos, hasta el extremo de haberlos alojado en territorio venezolano y permitir la estancia de los principales líderes del grupo terrorista, algo que ha denunciado recientemente Colombia.
La nueva forma de atacar a Colombia es mediante la manipulación de un hecho histórico hasta ahora bien fundado: la muerte de Simón Bolívar no habría tenido lugar en 1830 a causa de la tuberculosis que habría contraído en el final de sus días, paralelamente al eclipse de su proyecto de unidad continental bajo la forma de la Gran Colombia, sino que habría sido envenenado. «A Bolívar lo asesinaron, lo querían muerto», afirma Chávez. ¿Quiénes? La respuesta para Chávez es obvia: la «oligarquía colombiana», cuyos representantes actuales son precisamente quienes no se pliegan a su proyecto, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos.
Dicho y hecho: los restos del Libertador, que descansaban en el Panteón de los Héroes desde el 28 de octubre de 1876, han sido exhumados para determinar la causa de su fallecimiento con la privilegiada retransmisión en directo, en televisión formal, del propio Chávez, quien, caracterizado como el predicador evangélico que aparece en las misiones pedagógicas de los llanos, hablaba como si se encontrase ante el mismísimo Jesucristo: «Dios mío, Dios mío... Cristo mío, Cristo nuestro, mientras oraba en silencio viendo aquellos huesos, ¡pensé en ti! Y cómo hubiese querido y cuánto quise que llegaras y ordenaras como a Lázaro: levántate Simón, que no es tiempo de morir. ¡De inmediato recordé que Bolívar vive!».
Memoria histórica parcial para estafar a los venezolanos
Toda la parafernalia con la que se ha rodeado el acto de la exhumación de Simón Bolívar sólo merece el calificativo de apariencias falaces por desconexión de la realidad. Las reliquias bolivarianas fueron envueltas en la actual bandera de Venezuela, que incluye el peculiar escudo que Chávez implantó en ella unos años después de iniciar su mandato. Enseña que se manifestó cuando los exhumadores, provistos de todo el equipo pertinente, abrieron el ataúd y mostraron a los atónitos telespectadores la bandera en perfecto estado, en clara discordancia con los restos que llevan 180 años inertes.
Desenterrar los muertos propios puede ser hasta cierto punto legítimo, pero no en nombre de ninguna memoria histórica de un pueblo presuntamente agraviado por otro en un presunto envenenamiento de su Libertador. Para más inri, ninguno de esos pueblos existía en el momento del acto que el demagogo Chávez pretende juzgar ante el tribunal de la Historia: Colombia y Venezuela son naciones, junto a Ecuador en la misma fecha y Panamá a finales del siglo XIX, resultantes de la desmembración de la Gran Colombia. Efecto precisamente del fallecimiento de Simón Bolívar en el año 1830, 20 años después de la proclamación de las Provincias Unidas de Nueva Granada (efeméride sin embargo celebrada como el bicentenario de Venezuela) y sólo 11 después del Congreso de Angostura donde Bolívar proclamaba la luego desmembrada Gran Colombia.