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Surge nuevo partido en el orbe hispánico
En crisis estructurales todo puede ser replanteado
Miércoles 24 de junio de 2015, por ER. Lisboa
La grave crisis por la que ha atravesado España, ha propiciado la aparición de diversos partidos políticos que tratan de acabar con el llamado bipartidismo, apelando, en la mayor parte de las veces, a discursos difusos y maniqueos de coloración izquierdista, entendiendo tal palabra con su ya habitual carga de imprecisión. Los españoles, presos o no de la indignación, asisten a la partición estratigráfica que divide, absténganse los tibios de espíritu, a la población en «los de arriba» y «los de abajo». Tales son los alcances del grupo de profesores y transitólogos que lideran el partido conocido bajo el voluntarista nombre de Podemos.
En este contexto, amén de partidos que asumen enteramente el mito de la derecha, afloran viejas corrientes, entre las que podemos destacar la que constituye el iberismo, en sus diversas especies.
El hecho es que, más allá de los estudios y encuestas que parecen apuntar a una acogida favorable en cuanto a una hipotética unión entre España y Portugal, en diciembre de 2014 quedó constituido el Partido Ibérico (íber), que trata de recoger tal anhelo. El partido, en estado absolutamente embrionario, ha elaborado un programa de máximos, que no obstante contiene algunas iniciativas que pudieran ser de interés.
En concreto, una de sus propuestas pasa por el fortalecimiento de la capa basal peninsular, y más en concreto, de su extenso litoral, cuestión esta que reafirma el carácter históricamente atlantista de ambas naciones resultantes de dos imperios.
Si este aspecto nos resulta del máximo interés, otros, sin embargo, incorporan importantes dudas, pues donde se dice que se garantizará el respeto a todas las entidades y culturas de la Península Ibérica no podemos ver sino la sombra de un mito, el de la Cultura, que ha supuesto, especialmente en España, el fundamento de las numerosas ideologías disolventes que hoy, incomprensiblemente desde el punto de vista de la eutaxia de un Estado, actúan con plena legalidad en tal nación.
En definitiva, el respeto aludido bien pudiera ir en favor de la babelización ya existente en España, fenómeno que daría, por cierto, su verdadera talla, en una hipotética unión, pues es evidente que en tal circunstancia, el español demostraría su verdadera centralidad, como herramienta común a los ciudadanos ibéricos.
En lo relativo a la ideología subyacente, Íber muestra un sesgo socialdemócrata que nos hace recordar los tiempos en los que, en el reflujo de la Guerra Fría, Soares y González, bien nutridos de fondos económicos europeos, accedieron al poder e introdujeron a sus naciones en la Unión Europea. Años después, crisis más tarde, España y Portugal aportan sus iniciales a una elocuente denominación acuñada en los europeos países norteños: PIGS.